
Espacios para el aprendizaje
Pese a que nos encontramos a finales de la segunda década del siglo XXI, numerosos centros educativos aún mantienen una distribución espacial basada en la definición del tamaño de las aulas en función del tamaño de los pupitres, organizando éstas en filas de pesadas mesas. Pero, si los niños y adolescentes rebosan creatividad, y esta creatividad necesita diversidad para manifestarse ¿por qué los rodeamos de espacios rígidos, obsoletos y anodinos, que suponen verdaderos obstáculos a la hora de fomentar el interés, la imaginación o la participación?
Desde hace tiempo es conocida la importancia del impacto ambiental que producen los edificios en las personas, pero son relativamente recientes los estudios que vinculan el impacto del diseño con la calidad del aprendizaje, destacando, por ejemplo, que "las condiciones ambientales pueden mejorar hasta un 25% el rendimiento escolar de los jóvenes"(1).
Los centros educativos son espacios donde los niños y niñas pasan aproximadamente una cuarta parte del día. Si tenemos la pretensión de conseguir que estos lugares motiven, inspiren y estimulen, habría que conocer cuáles son las necesidades actuales de sus principales usuarios, a través de sus propias reflexiones.
Por otra parte, cada centro tiene su propia identidad y unas características que lo hacen único: el proyecto educativo, el contexto social, las instalaciones con las que cuenta, factores culturales o geográficos…
Conocer ambas incógnitas, las necesidades de la comunidad educativa y el contexto del centro, es el primer paso que se debería dar para poder plantear una adecuada transformación de los espacios educativos, encaminada a lograr espacios para el aprendizaje y la creatividad.
Cada contexto, cada metodología y cada política de centro definirán unas necesidades determinadas que marcarán las características del espacio de aprendizaje. Cada centro educativo es una pequeña sociedad. Por ello, se considera clave proponer un proceso de diseño que involucre a toda la comunidad educativa (alumnado, familias, educadores y personal no docente), para que el nuevo modelo se entienda como algo creado por todos y para todos, que da respuesta a necesidades reales, construyendo una identidad común.
(1) BARRETT P., ZHANG Y., MOFFAT J. Y KOBBACY K. (2013). “A holistic, multi-level analysis identifying the impact of classroom design on pupils’ learning” en Building and Environment, vol. 59, p. 678-689.